“Cartas al padre Jacob” (“Postia pappi Jaakobille”, Klaus Härö, 2009)

por Carlos P. Llop (@carlospllop)


Un servidor siempre ha pensado que cuando uno ama el cine de verdad debería alejarse de los típicos prejuicios del  “sabelotodismo”  que suele darse en la universidad, donde el típico doc no deja de hablar de los grandes clásicos y tachar de cosas poco buenas al cine actual. O en ese otro sector que va de moderno y solo consume obras supuestamente independientes, o películas de Chaplin que echan en el ciclo tal, para hacerlo ver.  En definitiva, no nos damos cuenta de que nos estamos poniendo límites,  de que el cine es tan grande que si la intención es psicoanalizar,  se puede psicoanalizar hasta “Los bingueros”, disfrutar de Stallone partiendo cuellos o de una obra maestra de Hitchcock o Bergman. Todo tiene su momento. Así que, déjense de postureo señores y pónganse “Cartas al padre Jacob”. Como hubiera dicho mi abuelo: “Lo demés son bobaes”.

Pues en esas idas y venidas, a veces uno necesita alejarse de los blockbusters (esos que todos consumimos y que en ocasiones son penosos, si, pero en otras ocasiones nos divierten, y no poco) y un buen rincón para ello se encuentra en los países nórdicos.  

En este caso, en Finlandia, encontramos este pequeño gran filme dirigido por Klaus Härö y que merece la pena ver. Lo de pequeño es por su puesta en escena, con poquísimos personajes, su bajo presupuesto y su concisa historia.  Lo de grande es por su bella fotografía, su modo de transmitir la historia y, aunque para muchos puede tratarse de una narración lenta, por lo bien contada que esta está y lo rápido que se consume. Si son solo 72 minutejos de nada...


En esta historia con pocos actores nos encontramos principalmente con Leila, una mujer que fue condenada a cadena perpetua pero que es indultada y a la que se le ofrece trabajar como ayudante del padre Jacob, el otro personaje principal de la historia. Un cura… si! Pero tranquilos, no hace falta ser ningún devoto para disfrutar de la trama, que al final habla de sentimientos, de valores, de encontrarnos a nosotros mismos cuando quizá estamos más perdidos que nunca.


¿Qué los más radicales no la compráis con estos argumentos? Miradlo así: Un cura y una asesina!!! Heavy metal, vaamooos!!



Leila refleja la típica mujer nórdica que  nos imaginamos la mayoría de los latinos. Tía seria, de pocas palabras, fría quizá (quizá no, fría de coj...), y con el añadido de que se cargó a alguien en el pasado. 

Pues el padre Jacob, que además de viejecito es ciego el hombre, tendrá que lidiar con ese rudo carácter, y las famosas cartas del título harán de intermediarias para empezar a tomar contacto. 

Ella le ayudará leyéndole las cartas de la gente, que escribe al cura pidiendo consejo,  y redactando las respuestas. Por supuesto a Leila esto, que tan importante es para el Pappi Jaakobille (tenía que ponerlo, me hace gracia el nombre original), le parece una idiotez... y sin revelar nada más de la trama, veremos como todo esto llevará a los personajes a una situación límite y desencadenará en un final triste pero hermoso a la vez.  Los silencios, las localizaciones, la soledad, todo lo que se nos refleja a través de la cámara potencia una historia pequeña, como hemos dicho al principio, pero potente. De las que te dan un soplo de aire fresco, nunca mejor dicho. 

Después de consumir cualquier blockbuster, confiad en el aire norteño, rezad tres Ave Marías y quedaréis absueltos.





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